Santiago de Chile.
MARÍA EUGENIA ARRATIA MAHUZIER: (VOLVER A NACER)
Desde, aproximadamente, los doce años empecé a tener fuertes dolores de cabeza, principalmente, al lado izquierdo de la sien. Visité todo tipo de médicos y tomé una gran cantidad de remedios. Sin embargo, los dolores no cedían. Seguí así mi vida considerándome una persona “jaquecosa”, aguantando los dolores.
De repente, en el mes de Noviembre del año 1974, comencé a ver doble y quebrado, y a sentir un continuo sopor, que me dejaba postrada en cama. Ante lo cual, mi marido, – yo estaba recién casada – llamó al oftalmólogo Dr. Carlos Salinas Duvauchelle, quien, por teléfono, me dijo que me mirara en un espejo, que sonriera, y que le dijera “como veía las comisuras de mi boca”, le dije: -“ ¡el lado derecho lo veo mucho más bajo”!. Me contestó: “Es muy grave: o es un tumor interno o es la paralización de un músculo del ojo”. ¡Ambos diagnósticos me parecieron terribles!.
Por supuesto que quedamos muy preocupados, y, al día siguiente, fuimos donde la neurooftalmóloga Dra. Ximena Vicuña. Me hice un examen de campo visual, el que demostró una gran retracción, diagnosticándome Diplopia o Hemianopsia Bitemporal ( visión doble y quebrada ) por un posible Tumor a la Hipófisis. La Dra. Vicuña me recomendó ir de urgencia al Instituto de Neurocirugía para que me atendiera el mejor Neurocirujano: el Dr. Luciano Basauri y su equipo médico.
Los exámenes practicados, entre ellos, Radiografía del Cráneo, Pruebas Endocrinas y Angiografía, arrojaron un diagnóstico contundente: ¡tenia un Tumor en la Hipófisis!, denominado, clínicamente, Tumor Sellar, Suprasellar en la Región Carotídea Izquierda, que había crecido durante años erosionando la silla turca, de allí los dolores de cabeza, y, había salido hacia arriba presionando los nervios ópticos provocando la visión doble y quebrada.
El médico habló con mi marido y le dijo que yo debía operarme dentro del plazo de 15 días porque, de lo contrario, empezaría a perder la vista por cuadrantes, hasta quedar ciega.
Ante la pregunta de mi marido de si, con la operación, se me quitarían los dolores, el Dr. Basauri dijo que sí, ya que no habría presión en la silla turca, y, respecto de si recuperaría la vista, el médico le dijo que no, porque el nervio óptico ya estaba dañado y es irrecuperable: ¡Este es un axioma médico!.
¡Sin embargo para Dios no hay axiomas médicos, como Uds. verán!:
La operación, que duraría más de siete horas, consistía en trepanar el cráneo, extraer la hipófisis y bombardear la silla turca con cobalto. No era posible hacer la operación por el paladar porque la silla turca estaba erosionada, en el clinoides anterior izquierdo, según detectó la Radiografía de Cráneo, y, al colocar un perno ¡estaría siempre goteando, por la nariz, líquido céfalorraquídeo!
Ante esta solución médica, mi marido tomó la decisión de retirarme del Instituto de Neurocirugía porque la consideró espantosa. Obviamente, fue catalogado de loco no sólo por los médicos sino que también por mi familia.
¡Quizás Uds. también hubiesen pensado lo mismo!, de no saber que la decisión estuvo iluminada por Dios, y, fundamentada en la experiencia de sanación, de mi suegra Raquel, con Naturismo, bajo las indicaciones de don Manuel Lezaeta Acharán. Ella sanó de Síndrome de Reynaud, esta es una enfermedad en que no llega circulación a los dedos y se termina con su amputación. Ante esta experiencia, mi marido estudió el tema y se convenció del Naturismo, tanto para recuperar la salud, como para mantenerla.
Cuando mi marido me retiró de Neurocirugía me atendió el maravilloso iriólogo naturista, químico farmacéutico, don Silvio Rozzi Sachetti (q.e.p.d), a quien le agradezco su sabiduría y bondad. El me diagnosticó el tumor por el iris y me dio un tratamiento consistente en baños de vapor diarios, baños vitales, fajas derivativas, que son compresas de agua, porque yo tenía mala circulación, la cataplasma de barro no reaccionaría y fitoterapia, esto es, diversas hierbas medicinales, además me dio un régimen alimenticio de desintoxicación consistente, exclusivamente, en frutas durante un mes, y, al mes siguiente, el almuerzo fue reemplazado por verduras crudas.
Además, me recomendó la aplicación de una cataplasma de cebolla en el cuello, para desinflamar la Hipófisis. ¡Me pareció rarísimo!, ante lo cual el querido don Silvio me dijo: -“Hija, ¿donde te hicieron la angiografía?. Bueno, le contesté: – ¡“Me inyectaron un líquido colorante en el cuello, en la carótida, para sacar un contrastado del cerebro, todo ello con anestesia”!. Así es, me dijo: “el jugo de la cebolla subirá hacia el cerebro ayudando a desinflamar el tumor”. ¡Quedé impresionada con sus conocimientos!.
Cuando le preguntamos cuánto tiempo duraría mi sanación me dijo: -“Sesenta días”. La verdad es que en ese momento ¡me pareció una eternidad!.
Mi marido era un convencido del Naturismo pero, realmente, se asustó porque, una cosa es sanarse de la mala circulación de las extremidades y ¡otra es sanarse de un tumor en la cabeza!. Oró y pidió al Señor que lo iluminara respecto a si la decisión correcta era que yo siguiera el tratamiento naturista, o, si debía someterme a la operación.
El Señor lo escuchó: al día siguiente cuando mi marido fue a cancelar la semana que estuve en Neurocirugía, que, entre paréntesis, ¡salió más cara que todo el tratamiento naturista!, se encontró, “casualmente” con el Dr. Basauri. Cuando éste le preguntó cómo estaba “la enferma”, él le contestó que mejor y “que si Dios quería yo me iba a sanar”, el Dr. Basauri le dijo: -“Entre Dios y el tumor, yo me quedo con el tumor”. ¡Fue la respuesta que iluminó a mi marido!. La sanación no estaba en la sala de operaciones, sino en los agentes de la Naturaleza creados por El.
Comencé mi tratamiento, con una rigurosidad a prueba de toda tentación, poco a poco empecé a sentirme mejor, se me quitaron los dolores de cabeza y la visión, al principio seguía igual, pero no peor. Al noveno día me sentí muy mal y la visión se empeoró, tuve hemorragia nasal.
Nos asustamos y llamamos a don Silvio, él nos tranquilizó, ya que nos dijo: -“¡ Se ha salvado! ¡es una crisis depurativa que se repetirá hasta sanar totalmente!, ¡va a ser como subir una escalera, cada peldaño que suba será un estado mejor de salud!”.
Tal como dijo el inolvidable don Silvio, así sucedió. Paulatinamente, empecé a ver mejor, y, alrededor de los 45 días, había recuperado totalmente la vista: “Fue como nacer de nuevo”.
Sigo siendo naturista, me doy por lo menos dos baños de vapor o sauna a la semana y practico tenis cuatro veces por semana. Nada de eso lo hago con sacrificio, ¡me encanta!, ¡disfruto de la alimentación vegetariana y de las prácticas naturistas!
¡Por eso, este es un testimonio a la generosidad sin límites del Señor!.
Por último, les puedo decir que si seguimos una vida dentro de los principios que les he compartido, van a tener, con toda seguridad, una vida muy saludable. Don Silvio Rozzi falleció cerca de los 90 años, trabajando, lleno de vitalidad, hasta el último día, ¡fue un ejemplo de consecuencia!
Hago mías las palabras de don Manuel Lezaeta Acharán, sacadas de la página 150 de su libro “La Medicina Natural al Alcance de Todos”: – “La Naturaleza – vale decir la energía vital – es la que cura, o sea, restablece la normalidad funcional del organismo que es salud integral, La Ley de la Vida es Ley de Salud. El Creador nos ha dado la vida para vivir sanos, siendo la enfermedad fruto de nuestra ignorancia y errores”.
¡No se trata de agregar años a la vida, sino que vida a los años!.