Santiago de Chile.
“La gran mayoría de las personas piensan que saben mucho sobre cuatro de las funciones básicas de la vida: comer, respirar, actividad sexual y relajación. Se presume que estas funciones son automáticas y que cualquier desviación de la norma no es manejable. Al trabajar con problemas tensionales se observa que esto no es exacto y que muchas de las disfunciones en los hábitos de comer, respirar, sexuales y de relajación, resultan de elecciones del sujeto realizadas a nivel inconsciente.
Los estados tensionales son de importancia fundamental en la aparición de disfunciones sexuales incluyendo la impotencia, frigidez y otras. Con respecto a la respiración, se presentan serios problemas con estados de tensión, ya que el ritmo respiratorio se altera y se hace irregular.
El aprender nuevos hábitos en la práctica de estas funciones es una forma excelente de mantener la salud. Pero el solo hecho de que la gente piensa que estas funciones están fuera de control, hace muy difícil una intervención profesional para corregir las disfunciones.
Las actitudes hacia la relajación son las más ingenuas de todas. Muchas personas opinan que el mirar la TV durante un rato, trabajar en el jardín, pasar la tarde leyendo o jugar tenis, son formas efectivas para terminar con la tensión. Sin embargo en todas estas actividades, aunque son muy útiles, las personas mantienen un alto nivel de ansiedad y el funcionamiento neurofisiológico característico de un estado de tensión prolongado.
La relajación profunda produce cambios fisiológicos que son muy notorios y definitivamente reductores de la tensión. La práctica de la relajación afecta las funciones de la respiración, del comer y de la sexualidad.
Hay diferentes formas de obtener un estado de relajación, pero lo esencial de todas ellas es que hay una actividad que es conducida en forma regular y con atención focalizada. No es un proceso pasivo sino un medio de permitir al sujeto enfrentar sus actividades diarias libre de distracciones inconscientes.
Tampoco es un estado que se presenta espontáneamente y que prevalece cuando no hay tensión, sino que requiere de práctica como cualquier otra habilidad y debe ser aprendido y entrenado con miras a que sea efectivo.
La mayoría de nosotros ignoramos las claves fisiológicas indicadoras de tensión y actuamos como si viviéramos anestesiados, desconociendo la sabiduría de nuestro cuerpo. Hay personas para las cuales es tan “normal” estar tensas, que no toman conciencia de ello, lo que resulta tremendamente peligroso para la salud. Cuando ignoramos las señales de nuestro cuerpo, le sobreexigimos, pues lo obligamos a seguir actuando a pesar de la tensión, lo que a su vez la hace aumentar más aún.
Hasta que no seamos capaces de comprender el lenguaje de nuestro cuerpo, no podremos protegernos de una tensión excesiva y de la presentación de desórdenes psicosomáticos y disfunciones.
La discontinuidad profunda entre la mente y el cuerpo se evidencian claramente en los desórdenes psicosomáticos. El integrar la mente y el cuerpo mediante diversas técnicas como la relajación, el biofeedback y otras, nos permite darnos cuenta de las posibilidades que esta integración nos abre en beneficio de la salud.
Las características neurofisiológicas de la relajación son muy diferentes a las que se obtienen por el alcohol o los tranquilizantes.
A través de la relajación podemos ejercer control sobre las funciones fisiológicas conocidas como “involuntarias”. Este control era considerado fuera de lo posible sólo un par de décadas atrás. El establecer una regulación voluntaria sobre una función biológica involucra el uso de estados psicológicos internos.
“No se trata de aprender a controlar el sistema nervioso involuntario; simplemente se trata de abrir los canales entre lo consciente y lo inconsciente” (Weil, 1973).
Se trata de permitir la comunicación entre los procesos psicológicos y fisiológicos con el objeto de obtener una integración armónica.
De esta forma, un individuo puede aprender a hacer discriminaciones más sutiles en sus reacciones psicofisiológicas y actuar de acuerdo a ellas.
Las técnicas de autorregulación a través de la relajación, biofeedback y otras, devuelven al individuo un sentido de control y eficiencia sobre su vida y su salud. La pérdida de este sentimiento es una de las reacciones perjudiciales del exceso de tensión. Cuando los desórdenes físicos afligen a un individuo, a menudo éste se siente desamparado y sin esperanzas, sin opción de actuar para rectificar su vida.
Inconscientemente puede que asocie su desorden físico con su estado emocional, pero es incapaz de iniciar las acciones para intervenir sobre el desorden. La tensión ha debilitado su resistencia psicológica y tal vez también su respuesta inmunológica. Una vez que recupera el sentido de su propia voluntad, evita sentirse incapacitado. Comienza a darse cuenta que esta autorregulación se extiende a todas las áreas de su vida y que puede orientar ésta en una dirección más positiva”.
Jennifer Middleton – Psicóloga Clínica.
www.jennifermiddleton.cl